viernes, 12 de febrero de 2016

Reflexiones ambientales urbanas

04 Aedes aegypti viaja en los cacharros y también entre el “descacharrado”. 

Aedes aegypti se encontró instalado en las viviendas de nuestras ciudades probablemente desde la época de la colonia. Lo demuestran los sucesivos brotes de fiebre amarilla a fines del ´800 y principios del ´900. En 1916 se produjo una importante epidemia de dengue en la ciudad de Concordia (Entre Ríos) que afectó a casi la totalidad de su población. Se salvaron los soldados de un regimiento en las afueras de la ciudad. El brote terminó en la ciudad de Paraná al inicio del invierno. Concordia fue el puerto obligado de los viajeros para hacer escala y tomar otro barco unos kilómetros más arriba. Un accidente geográfico presente sobre el río Uruguay le dio nombre a una ciudad del país vecino y hoy es la represa de “Salto Grande”. La gran actividad económica seguramente facilitó la presencia de importantes cantidades de recipientes con agua, y por lo tanto los criaderos del mosquito Aedes aegypti. El dengue era una enfermedad menor y no existía todavía en el planeta su versión “grave”. Para esos tiempos ya existían médicos entomólogos enfocados al problema mayor: “la fiebre amarilla urbana”. En la década del ´20 se halló al mosquito en cinco barrios porteños. Entre 1954 y 1965, por un acuerdo continental se logra “erradicarlo”. Fue una década muy fría y en Buenos Aires se inspeccionaron 200 mil predios y solo pudo registrarse en seis viviendas de solo un barrio. En esos tiempos existía una ley que permitía a agentes especializados para entrar a las viviendas. Si hallaban un criadero lo rompían con un martillo puntiagudo conocido como piqueta. Los recipientes solían ser de materiales frágiles (vidrio, cerámica, cemento, etc.) y se los denominaba cacharros. La acción de romperlos se denominó “descacharrizar”. Treinta años más tarde el mosquito vuelve a aparecer en el norte de la Argentina y para mediados de los ´90 en la ciudad de Buenos Aires. El Ministerio de Salud aprovechó el mismo término para las acciones de eliminar los recipientes de las viviendas. Hoy se habla de descacharrado para las acciones particulares y municipales de eliminación urbana de basura sólida capaz de acumular agua. Los noticieros nos muestran esas acciones. A los que estamos en el tema nos surge la pregunta respecto a cuál es el destino final de esos cacharros. La mayoría de esos recipientes tienen pegados en sus paredes huevos de Aedes aegypti y estos tienen la particularidad de poder resistir hasta un año sin agua. La basura sólida ubicada en predios a cielo abierto, o la acumulación de estos residuos en sitios no autorizados, sirve para que los huevos del mosquito viajen pasivamente de localidad en localidad. Esto es porque muchos recipientes tienen valor económico para la reventa por parte de los recicladores de muy bajos recursos. Por otra parte, con solo la presencia de una vivienda o un puesto cercano a los basurales a cielo abierto alcanzaría para que el mosquito mantenga sus poblaciones en buen estado. El agua de la lluvia formará criaderos, la vegetación alimentará a los mosquitos adultos y la sangre humana contribuirá a la puesta de huevos. En base a lo expuesto, los municipios no deben propiciar este tipo de basurales porque son nocivos para la población. La disposición final puede ser la compactación y enterramiento u otra medida ambiental saludable que implique la eliminación definitiva de las formas inmaduras de los mosquitos.

Nicolás Schweigmann: (Grupo de Estudio de Mosquitos) EGE-IEGEBA,FCEyN-UBA CONICET

Marta G. Grech (U.N.Patagonia San Juan Bosco) CIEMEP, CONICET

Leonardo Horacio Walantus   (Proyecto "Vigilancia Epidemiológica. Seguimiento de Criaderos de Mosquitos de Interés Sanitario” ) Centro de Investigaciones Entomológicas Parque Tecnológico Misiones

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