Reflexiones Ambientales Urbanas:
01- Aedes aegypti entre historias de piratas y el carnaval.
Hace 145 años Buenos Aires estaba por festejar uno de los carnavales más importantes
de su historia. Eran tiempos de inmigración, los conventillos de la zona céntrica se
encontraban atestados de inquilinos europeos. Pero la historia arranca en 1555 cuando
los piratas John Hawkins y Francis Drake formaron la primera empresa comercial de
esclavos con entrega puerto a puerto. Los barcos llevaban provisiones y agua. Dentro de
los barriles viajaron también pequeños insectos polizones africanos, como huevos
(pegados en las paredes) y como larvas o pupas nadando en el agua. A medida que los
barcos atracaban en los distintos puertos, los insectos bajaron con los recipientes o por su
propia cuenta mientras que los esclavos eran vendidos en subastas públicas. Los
mercaderes se encargaron de evitar rebeliones, al entregar en cada localidad a personas
de orígenes y lenguajes diferentes. Con el tiempo los esclavos de la región del Plata se
“acriollaron” y encontraron vías de comunicación alternativa. Dicen que así nació el
Candombe. A partir de golpeteos de manos y objetos, pudieron compartir sentimientos y
un poco de alegría. Lograron contagiar y sus bailes se incorporaron a los festejos
tradicionales. Por otro lado los pequeños polizones, hoy conocidos como Aedes aegypti,
pasaron desapercibidos para el conocimiento, exploraron y ocuparon el único ambiente
que les permitió la naturaleza urbana: los recipientes que acumulan agua en las viviendas.
En esos tiempos no existía el agua corriente para las 170 mil personas que vivían en la
ciudad de Buenos Aires. Para el 27 de enero de 1871 se conocieron oficialmente dos
casos de “vómito negro” en el barrio de San Telmo. La comisión municipal desoyó las
advertencias de los doctores y continuó con la organización del carnaval. Los enfermos
aumentaron exponencialmente. Los festejos entretuvieron a los porteños con bailes,
desfiles de comparsas. Ya terminado el carnaval, en marzo, se registraron 40 a 100
muertes diarias, totalizando unas 13 mil setecientas personas. Los coches fúnebres no
alcanzaron para tanta demanda, el cementerio del sur colapsó y se cerró. El primer
ferrocarril llevado por “La Porteña” tuvo que desviar su recorrido hacia los bajos de la
Chacarita para descargar los cadáveres en fosas comunes. Su motorman enfermó de lo
mismo y se convirtió en el primer mártir ferroviario. Miles de personas escaparon de la
ciudad. Los vecinos responsabilizaron a las autoridades por permitir la instalación de un
saladero y una curtiembre a las orillas del riachuelo. En ese entonces, el conocimiento
científico planteaba que los aires pútridos, los malos aires, o los miasmas serían los
responsables de la fiebre amarilla. En esos tiempos no se sabía que Aedes aegypti era el
único transmisor de la fiebre amarilla urbana.
Nicolás Schweigmann
Grupo de Estudio de Mosquitos
EGE-IEGEBA, FCEyN -UBA CONICET
Dr. Hernán Gustavo Solari
Departamento.Física-FCEyN-UBA - CONICET
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